La vaca con cara simpática


El otro día cené en un magnífico restaurante argentino. Tras los entrantes vino la atracción principal, la pieza de carne de vaca.

Según nos comentaba el propietario, gracias a un cuidado proceso de elaboración de la carne, en la pieza que nos ofrecía podían apreciarse tres sabores distintos, de distinta intensidad y distintas texturas. El tratamiento en cuestión incluía masajes a la carne de la vaca, procedimientos de congelación extrema en tiempos controlados y maduraciones de la carne en condiciones y tiempos también tasados.

Antes de comenzar a cocinar frente a nosotros la pieza que habíamos escogido, se nos mostró la etiqueta que servía de certificado sobre las fechas de las distintas fases del proceso y se nos mostró además una foto de la vaca a la que pertenecía la pieza que íbamos a degustar (un detalle que nos dio un poco de pena porque la vaca tenía cara de simpática).

Obviamente, la conversación de la mesa giró hacia una dirección que era previsible ¿Será de verdad la vaca de la foto la que nos están sirviendo? ¿De verdad este señor habrá masajeado la carne de la vaca en cuestión? ¿De verdad se hace todo esto en un laboratorio especial tal y como nos han dicho?

En nuestro caso, la experiencia de la cata y la confianza de uno de los comensales con el dueño nos llevó a la certidumbre de que así era, pero lo cierto es que fue un ejercicio de credulidad al que no todo el mundo está dispuesto.

En todo caso, para quien se toma tantas molestias para ofrecer un producto de tan buena calidad, demostrar que lo es debería ser, al menos, tan importante como la venta del mismo; de ahí que sea aconsejable que quien ofrezca este producto pueda contar con las herramientas precisas para “acreditar” sus afirmaciones.

Dicha acreditación o “certificación” pasaría a ser un valor añadido de su propio producto y es ahí donde la tecnología de registro distribuido o Blockchain en particular ofrece una importante oportunidad al empresario.

Imaginemos que existe una tecnología que permite acreditar que la fotografía que se hace a la vaca se realiza en determinado lugar y fecha y que la vaca retratada en la foto es una vaca en particular. Imaginemos a continuación que dichos datos relativos a la foto junto con la foto misma se pueden incluir en ese momento en un registro inmutable y de acceso general.

Imaginemos que, con posterioridad, a dichos datos se les puede “encadenar” otra serie de datos sucesivos, tales como la fecha en que dicha vaca fue sacrificada, el lugar en que lo fue y quién adquirió la carne. De esta manera, se habría unido la información inicial con la posterior, de manera inescindible, inmodificable y, lo que es más importante en este caso, trazable. Es decir, se podría ir de atrás hacia adelante en esa “cadena de datos” hasta el origen mismo de la información.

Sigamos con el proceso: imaginemos que a los datos anteriormente comentados, se les une el relativo al transporte de la pieza desde el matadero hasta el lugar en el que va a recibir el tratamiento especial. El primer interesado en cerciorarse de que la pieza que se le entrega es la que eligió, es el propio restaurante, para lo cual podrá comprobar la cadena de datos desde el momento en el que recibe la carne hacia atrás en el tiempo. Además podrá comprobar las condiciones en que ha sido transportada la carne, esto es, temperatura a la que fue transportada, días de transporte e, incluso, la mercancía con la que ha compartido transporte, pues el transportista habrá unido dichos datos a los anteriormente encadenados.

Ahora será el restaurante el que, con el objeto de dotar de un valor añadido a su producto, determinará las distintas fases del procedimiento, incluyendo los datos que pretende acreditar. Sin ánimo de ser exhaustivos, imaginemos que permitimos que un dispositivo conectado a la cadena de bloques, incluya en la serie de datos anteriores las condiciones de congelado o maduración de la carne. Dicho dispositivo, detectará la entrada en la cámara de la pieza en cuestión, la temperatura que ha existido en la cámara desde ese momento y el momento en el que la pieza sale para afrontar el siguiente proceso. Dichos datos serán objetivos y no se podrán manipular toda vez que será el propio dispositivo el que los una, como un bloque más, a la cadena de datos que comenzó con la foto de la vaca con cara simpática.

Quiero hacer notar que en esta ocasión queremos ofrecer una visión global del procedimiento, sin detenernos en los detalles; dejamos apuntado para posteriores entradas la manera en que todos estos datos pueden ser determinados y volcados de manera automática a nuestra cadena de bloques, el tipo de cadena de bloques de que se podría tratar y, sobre todo, de la importancia del Internet de las Cosas (IoT) en todo este proceso.

Así, el restaurante, ahora, cuenta con una pieza que ha pasado todas las fases de tratamiento, una pieza que ha sido transportada desde un matadero, y que correspondía a una vaca que fue escogida por el propio restaurante y que estaba perfectamente identificada desde dicho momento. Llega el momento de que se les cuente dicho iter a los clientes. Les mostrará la foto, les mostrará la etiqueta, les explicará el proceso que ha sufrido la pieza de carne en cuestión y les explicará las bondades del procedimiento y antes de que alguno de los comensales pueda hacer girar la conversación hacia la veracidad o mendacidad de las afirmaciones del encargado del restaurante, les mostrará un código que, bajándose una aplicación (ya hablaremos de por qué aconsejaríamos lo de la aplicación), podrá escanear y comprobar a través de Blockchain que la vaca con cara simpática es la que, efectivamente están degustando, que su sabor se debe a cierto proceso que efectivamente tuvo lugar, y que dicha información es pública, inmutable, descentralizada, trazable y, además, aporta el valor añadido de la confianza al producto que han adquirido.

Para una entrada posterior, dejamos explicar cómo dicha pieza de carne puede ser “tokenizada” como elemento único. Y por supuesto, qué significa tokenizar”.

Octavio L. Gil Tamayo
Abogado

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