El viernes pasado el Financial
Times publicó una noticia según la cual Google podría haber concebido la
primera computadora cuántica capaz de realizar cálculos cuánticos completos.
Dicho así, parece no impresionar mucho, a menos que empecemos a imaginar las
implicaciones de este hecho noticiable.
Para empezar, se ha convertido en una constante que los
grandes logros en el ámbito de la tecnología hayan dejado de tener su lugar de
nacimiento en las grandes instituciones de investigación como la NASA (quien
según la noticia publico el estudio brevemente) o en las prolíficas
universidades norteamericanas. Ahora son las grandes compañías tecnológicas las
que están realizando enormes esfuerzos para seguir dando pasos hacia adelante y
superando retos que, en la teoría, sólo encontrarían solución dentro de años.
Lo cierto es que alcanzar la supremacía cuántica
(capacidad potencial de un dispositivo para realizar cálculos basados en la
aceleración superpolinomial sobre un algoritmo) conllevará enormes cambios en
muchos ámbitos de la ciencia, desde la química, a la criptografía, incluyendo
la inteligencia artificial.
La computación cuántica se basa en cálculos que dejan
atrás los elementos binarios clásicos (ceros y unos) que conforman el bit y, mediante la aplicación del
principio de superposición, se consigue que un elemento represente
simultáneamente varios valores en lo que ha venido a llamarse qubit o bit cuántico.
A lo largo de los últimos seis meses, hemos estado tratando
en este blog una multitud de asuntos sin ocuparnos en prestar especial atención
a la fuerza de cálculo que soportaba cada una de esas tecnologías; y esto era
consecuencia de que aún no estábamos listos para conocer todas las
implicaciones del logro que supuestamente ha alcanzado Google.
Vamos a mencionar, brevemente, algunos aspectos de los que
consideramos más relacionados con los temas que hemos tratado hasta ahora en
este blog.
En primer lugar, hablando de blockchain, siempre se ha mencionado que la construcción de las
cadenas implicaba la inmutabilidad de los datos consignados en los bloques,
pues la fuerza computacional necesaria para una modificación fraudulenta de los
bloques cerrados era tan grande que no estaba al alcance de la tecnología
actual o sería tan grande que, probablemente, haría el esfuerzo con el actual
estado de la tecnología, poco rentable. Pero hete aquí que, según la noticia
del Financial Times, el ordenado de
Google ha resuelto en tres minutos y veinte segundos (3’ 20’’) un cálculo para
el que los procesadores actuales dedicarían alrededor de diez mil años. ¡Diez
mil años! ¡10.000!
Aunque ya se ha escrito mucho sobre los mecanismos que la
tecnología de contabilidad distribuida deberá implementar para adecuarse a la
computación cuántica, no deja de ser inquietante el hecho de que los principios
que hemos entendido como conformadores de una blockchain estén en riesgo por el surgimiento de la nueva potencia
de cálculo.
Las inteligencias artificiales supondrán otro ámbito en el
que la computación cuántica conllevará enormes avances. Las redes neuronales
requieren enormes capacidades de cálculo para generar las que han venido a
llamarse inteligencias artificiales débiles, que son de las que disfrutamos por
el momento (tenemos previsto un ciclo de entradas sobre inteligencia artificial
en el que trataremos en profundidad el asunto y sus conceptos inherentes) y
dicha capacidad de cálculo es requerida, entre otros aspectos, por la necesidad
de tratamiento de enormes cantidades de datos (paso del big data al smart data) y
para promover las respuestas de la inteligencia artificial a los retos que
implican el cumplimiento de las tareas para las que hayan sido concebidas.
Así, la computación cuántica puede suponer la primera
piedra para la evolución de las inteligencias artificiales hacia un estado
superior que llegue a alcanzar la hipotética singularidad.
Aunque parece que faltan aún años para que la supremacía
cuántica se acabe convirtiendo en una realidad plenamente controlable y
aplicable a otras tecnologías, lo cierto es que el escenario ha cambiado y hay
que empezar a acelerar la búsqueda de soluciones a las preguntas que la nueva
potencia de cálculo arrastra.
Octavio Gil Tamayo
Abogado
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