El perfil de un mismo consumidor puede variar dependiendo
del producto de cuya compra se trate. Así, en algunos productos, lo que buscará
el consumidor es el precio más bajo posible, favoreciéndose de los supuestos de
competencia en precio entre productores o distribuidores. En otros casos la
elección se basará en la calidad del producto y, cada vez más, se da un
consumidor más preocupado por el impacto que la producción del bien que
adquiere produce en el medioambiente, población de los lugares de producción de
las materias primas o del destino y reparto de los beneficios que su compra
implica.
El consumidor que basa sus decisiones en la disminución de
costes no necesita más información que el precio en términos comparables (por
litro, por kilo o por unidad) para tomar su decisión. Sin embargo, en otros
casos, el consumidor necesitará más información para tomar su decisión. Así, el
consumidor no solo demandará que se le ofrezca la información necesaria en la
que basar su decisión de compra, sino que se le acredite la veracidad de dicha
información, y la vigencia de la misma así como su aplicabilidad al producto en
concreto que adquiere. Ya tratamos este asunto en una entrada anterior, ésta,
en la que se trataban de explicar las ventajas de la aplicación de la
tecnología de cadena de bloques para que el consumidor pudiese tener acceso al
origen y a los procesos a los que había sido sometido el producto que se
consumía por el cliente.
Así, nos centraremos en el tercer tipo de consumidor, aquel
que basa su decisión en circunstancias relativas al origen de los componentes
del producto y el impacto que su fabricación tiene en el medioambiente y en las
sociedades de los productores. Puede parecer frívolo cuantificar el impacto
económico que en las sociedades de los productores produce su posterior venta
al consumidor final; sin embargo, las experiencias pioneras en este sentido
parecen demostrar que el valor añadido que produce en las sociedades
productoras la constancia del origen de las materias primas compensa el
hipotético aumento en precio del producto (cuando se trata de un producto
destinado a determinado tipo de consumidor).
Tratemos algunos ejemplos de lo más estimulantes: cerveza y
chocolate.
La empresa propietaria de Budweiser (ya saben, la marca de cerveza) tomó la decisión de usar
proveedores locales en sus plantas de producción en el continente africano en
vez de importar la malta y la cebada de otros continentes. Ser proveedor de un
gigante de la distribución tiene enormes ventajas (por supuesto tendrá inconvenientes,
pero vista la experiencia, son muchos menores que los beneficios para los
productores), entre otras la de recibir pedidos constantes (pues la producción
de cerveza no es estacional como tampoco lo es su consumo, quedando la demanda
de productos a los proveedores sólo al arbitrio natural de las cosechas) que a
su vez permiten un retorno en beneficios suficiente para poder reinvertir en la
propia producción y mejorar el producto ofrecido cuantitativa y
cualitativamente. Para afrontar tales inversiones por los productores, en la
mayoría de los casos, es necesaria la bancarización de la misma; esto es, es
preciso que los productores locales puedan abrir cuentas bancarias y disfrutar,
en su caso de financiación; para lo cual es muy beneficioso poder demostrar que
uno es proveedor de la marca Budweiser
y los ingresos periódicos que dicho contrato les confiere; y demostrarlo no
solo a nivel local sino a nivel global. No es ningún secreto que un banco se
sentirá más cómodo prestando a quien presumiblemente recibirá constantes
encargos de sus pedidos por una empresa sólida y solvente que a quien no reúna
dicha condición; y mucho más cómodo si dichas circunstancias le son acreditadas
por medios prácticamente infalsificables.
Esta situación, por su parte, se ha reproducido en el resto
de los proveedores locales, tales como los transportistas de los productos a
las plantas, por lo que se hacía necesaria la monitorización no sólo del origen
de los productos, sino también el recorrido de los mismos a través de todas las
fases que añaden valor al producto final.
Así, una vez que AB InBev (la empresa propietaria de Budweiser) tomó la decisión de fomentar
el desarrollo de las comunidades locales en vez de enviar el dinero a terceros
continentes incluso en los supuestos en los que esto produjo en primer término
un coste mayor para la empresa, debía dotarse a este sistema de la
transparencia suficiente para que las externalidades positivas se consolidasen
y produjesen a su vez los efectos en cadena deseados. Esta confiabilidad de adquirió
por medio de la aplicación de la tecnología de cadena de bloques. Así, el
sistema de producción de la cerveza Budweiser
se ha representado en una cadena de bloques de manera que desde la producción
de la cebada y la malta hasta la distribución al minorista ha quedado trazada
de manera comprobable.
Esto ha llevado a que los productores puedan demostrar su
incorporación integral al proceso y, a su vez, ha añadido valor al producto
ante el consumidor final; todo ello sin perjuicio de las externalidades
positivas que la incorporación a la cadena de bloques ha producido en la
sociedad local en la que interactúan los productores de la materia prima de
elaboración del producto.
Como adelantamos en el artículo antes citado, la
incorporación de las distintas fases de distribución a una cadena de bloques
permite que el cliente tenga conocimiento del origen de los productos, de la
manera en que han sido tratados, y además, permite dar visibilidad a los
esfuerzos que la marca haya podido hacer por mejorar las condiciones de vida y
trabajo de sus proveedores; algo que ha pasado a ser de importancia para el
perfil consumidor al que nos estamos refiriendo el presente artículo.
El segundo caso es el del cacao en Ecuador, donde se dedican
grandes extensiones de terreno al cultivo de este producto. Como en muchos de
los cultivos llevados a cabo en dichas zonas, los márgenes son muy estrechos y
en muchos casos los agricultores están procediendo a deforestar zonas
colindantes con sus cultivos para ampliar éstos. Por otra parte, la dureza del
trabajo necesario para el cultivo, los escasos márgenes y el difícil acceso a
las tierras está llevando a muchos jóvenes a abandonar las zonas rurales,
implicando esto una paulatina despoblación en dichas zonas, que perjudica
gravemente la economía y sostenibilidad de dichas sociedades.
Si bien en el caso anterior la iniciativa surgió de la
empresa productora, en el caso de los agricultores de cacao de Ecuador, ésta
provino de la Unidad de Desarrollo Económico Inclusivo de Programa de
Desarrollo de las Naciones Unidas (UNDP, por sus siglas en inglés). Y la
iniciativa, de nuevo, envolvía dos pilares que, cada vez más, van de la mano:
el valor añadido dirigido a los consumidores preocupados por la procedencia de
los productos, el desarrollo de las áreas y sociedades productoras y otros
intangibles tales como el comercio justo, la solidaridad, el cuidado del
medioambiente o la sostenibilidad, por una parte, y las tecnologías destinadas
a acreditar dichos orígenes y presencia y desarrollo de dichos valores, por la
otra. Es decir, llamar al consumidor preocupado por cuestiones que trascienden
del precio y poner a su disposición una herramienta tecnológica que haga bueno
dicho valor añadido.
Pues bien, de dicha fusión surgió el producto “La otra
barra” (“The Other Bar” - por barra
de chocolate, no de bar), que se concreta en la utilización de blockchain
para añadir valor al producto.
Funciona de la siguiente manera: Los compradores de la barra
de chocolate, además de tener constancia por la trazabilidad que permita blockchain
del origen del cacao con el que se fabrica el chocolate, tienen la posibilidad
de escanear un código que les permite hacerse con un token que les permite elegir entre destinar una parte del precio
que pagaron por la barra a plantar un árbol (con lo que contribuyen a la
regeneración del Amazonas Ecuatoriano y a la sostenibilidad de los
asentamientos) o a conseguir un descuento en su siguiente compra; lo que
fomenta el consumo de estos productos de comercio justo, ayuda al desarrollo de
la actividad mediante la inversión en medios y el aumento de contrataciones en
los periodos más duros del cultivo, lo que, a su vez, favorece el empleo
juvenil y palía en cierta medida el despoblamiento de las zonas productoras.
Los ingresos de los agricultores aumentan, la actividad se
desarrolla, aumenta el empleo, se fomenta la sostenibilidad evitando la
deforestación y hace que disminuya el vaciamiento de las zonas rurales,
impulsando, a su vez el desarrollo de dichas zonas.
Son dos ejemplos de que a los consumidores premian a los vendedores
(o productores finales) de los productos cuando las cosas se hacen bien,
siempre que se les demuestre que las cosas se han hecho, de verdad, bien. El
valor añadido es acreditable y permite a los consumidores adquirir con la
compra, además de un producto cuya calidad está contrastada y el origen
acreditado, la sensación de estar impulsando una causa justa.
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