Hay
quien puede decir que el VAR se está cargando el fútbol como deporte. Los
parones y la eliminación del componente de error humano en los arbitrajes le
podría estar robando al fútbol su carácter de juego. Pero es que fútbol ya no
es un juego, es un negocio en el que personas y entidades invierten millones de
euros y estos inversores no quieren, razonablemente, permitir que un error
humano (en el mejor de lo casos) acabe teniendo funestas consecuencias en su
inversión económica. De ahí que el juego se haya puesto serio y la tecnología
haya entrado de lleno para suavizar el componente humano de una parte fundamental
del mismo, el arbitraje, que no es otra cosa que la impartición de la justicia
en el juego. Oiga, ¿Qué la tecnología está acabando con algunas tradiciones del
deporte? Pues sí. ¿Esto implica necesariamente que sea perjudicial para el
espectáculo? Pues, es posible. Pero ¿hace más justo el juego? Salvando los
casos de flagrante mala intención, se podría decir que sí. Así, muchas veces
las tradiciones suponen el alma de un evento, y deben ser respetadas. Sin
embargo, otras, no sustanciales (como el arbitraje) pueden ser eliminadas en
pos de una mejora en el resultado final de la función (un arbitraje lo más
justo posible), así, en estos casos, el fin justifica los medios.
Decía
Arrigo Sacchi que el fútbol es la cosa
más importante de las cosas menos importantes, así que si las cosas se
ponen así en el fútbol, imagínense casos verdaderamente importantes, como lo
procesos electorales.
Esta
semana hemos sido testigos en la prensa internacional de un nuevo bochorno
relacionado con el recuento de votos (esta vez en las primarias demócratas) en
procedimientos electorales en Estados Unidos. Es verdad que los caucus de Iowa son de las tradiciones
electorales más peculiares o pintorescas que se conservan. En trazos gruesos se
trata de votaciones por colegios electorales en las que los votantes se colocan
en fila o en grupos tras un cartel que pone el nombre de su candidato favorito.
Si éste no alcanzase la mayoría necesaria, los que se encontraban en su fila
pueden moverse a otras filas, pudiendo ser convencidos (presionados y, a veces,
amedrentados) por quienes ya se encuentran en esa fila. Imagínense el desorden
y la casi inagotable picaresca a la que se presta el sistema. Pues a eso
íbamos. Enormes intereses y grandes inversiones depended de que la voluntad de
los electores quede perfectamente plasmada en los resultados (¡Dejen de moverse, por favor, los resultados
no cuadran! – gritaban los encargados del recuento).
Por
supuesto, los problemas de recuento no son una exclusiva de los caucus sino que se está convirtiendo es
una sonrojante tradición norteamericana, de ahí que el Gobierno de los Estados
Unidos haya comenzado a evaluar el potencial de un sistema de votación y
recuento basado en blockchain, tal y
como desde aquí lo estudiamos para España en ésta entrada del blog.
Según,
el portal btcmanager.com en su artículo de 7 enero de 2020, el Estado de
Virginia estaría estudiando la posibilidad de implementar sistemas de voto y
escrutinio basados en la tecnología de cadena de bloques, como ya está
estudiando hacer el Estado de Wyoming. Veremos en qué queda esta corriente,
pero lo cierto es que, como ya hemos defendido, una tecnología descentralizada
(dificulta el hackeo de las
terminales), que permita la trazabilidad y la inmutabilidad de los datos
consignados y cuya información es pública para el usuario que emite su voto,
parece una idea particularmente favorable. Obviamente, la sola inclusión de blockchain no va a impedir que puedan
existir fraudes (como tampoco los evita el VAR en el fútbol) pero sí va a hacer
que sea más difícil cometerlos, enmascararlos y que prosperen.
Por
supuesto, les mantendremos informados sobre el asunto.
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